.
La paleta de un pintor haría las delicias de estos cielos berlineses capaces de mostrar los matices más imprevisibles. No sólo seduce esta ciudad por conservar sus calles, tiendas y casas una fisonomía tan al margen de las demás, rasgo éste que a buen seguro terminará por desaparecer con el paso de los años, con la uniformidad implacable que da siempre el dinero, sino sobre todo por esa luz tan extremadamente inconfundible. En Madrid he visto cielos parecidos, de una profundidad semejante. En Buenos Aires lo mismo.
.
Sin embargo, a diferencia de las demás ciudades, Berlín es capaz de ofrecerte en una misma semana una terrible tarde de invierno, sacudida por el viento más infernal y, acto seguido, una estupenda mañana de sol acompañada por el escándalo de un ejército de pájaros, tal es el revuelo que arman. Ciertamente, en Europa existen hoy pocas ciudades tan verdes como ésta.
.
Aquí no hay solución de continuidad. Cada nuevo día es un estreno total. Presumo que de haberme asentado en este país para siempre, habría desarrollado la misma habilidad orgullosa que muestran sus habitantes a la hora de interpretar los idus de este cielo tan romano. Me hubiera encantado observar su inmensidad de un vistazo para terminar diciendo, sin asomo de duda: "mañana nevará". Y, por supuesto, habría nevado; tal como sucedió en la foto.